RAFA NADAL. EL DEPORTISTA 10. LA PERSONA 10.
Al habla de Rafael Nadal hay que ponerse en pie. No sólo por la infinidad de títulos y premios que ha conseguido como deportista, sino también por los valores personales que transmite y la humildad con la que lo hace.
Cuando en 2010 consiguió el Golden Slam, siendo el más joven de la historia en conseguirlo, ganando Roland Garros, Wimbledon, Open de Australia, Open de Estados Unidos y la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos, Nadal entró en el “olimpo de los dioses”.
Pero a Rafa lo que le ha hecho grande, y le sigue haciendo grande, es su equilibrio mental. Este equilibrio ha hecho que cuando gana no presuma, no se ponga eufórico, ni tenga el ego por las nubes, sino que piensa en el siguiente reto; y cuando pierde no se deprime, sino que analiza lo que tiene que mejorar y se centra en el próximo torneo.
Este afán de superación, unido a la humildad y acompañado de su capacidad para aprender y gestionar sus emociones hace que Nadal lleve más de una década siendo un referente mundial del deporte. Él es consciente de que, como dice Timothy Gallwey: “el verdadero rival no es el tenista que está al otro lado de la red, sino que habita en la cabeza de uno mismo”. Por ello, aunque las cosas vayan mal, siempre intenta ser positivo y pensar que las cosa pueden ir a mejor.
Consciente de que se puede aprender tanto de los malos momentos como de los buenos, Nadal trabaja aceptando su momento positivo o negativo y trabajando para buscar las mejores soluciones. Aceptar el fallo, estar alegre, creer en uno mismo, estar motivado, jugar tranquilo, llevar una respiración acompasada, y fluir con el tiempo son ingredientes fundamentales para que el equilibrio esté presente tanto en su vida personal como en la profesional.
Y todo esto no sería posible si no amase su deporte. En una entrevista en un periódico español Rafa Nadal confesaba que: “los resultados afectan, pero lo que verdaderamente afecta es si uno es feliz con lo que hace… y el tenis aún me hace feliz”.