Vivimos acelerados, pensando en las tareas, lo que tienes que hacer, obtener alto rendimiento. Pero pasamos por alto lo más importante. No te olvides de lo más importante: las personas, disfrutar y vivir el momento. No te olvides de dar los buenos días y un abrazo a tu familia cuando se levanten a desayunar contigo. No te olvides de saludar y preguntar a tu compañero de trabajo qué tal está. No te olvides de ayudar al que tienes al lado (quizás mañana seas tú quien necesite ese apoyo). No te olvides de agradecer cada gesto vivido, cada objetivo cumplido y cada aprendizaje que te brinda el día.

En el mundo del deporte vivimos inmersos en la vorágine del día a día, la presión del resultado y obtener rendimiento. Pero no es diferente a cualquier otra profesión. No importa que preguntes a un empresario, a un policía, a un camarero o a un profesor. Todos van a tener probablemente las mismas presiones del día a día.

La clave por tanto está en dónde poner el foco y en la actitud que pones en cada acción que realizas. Cuando pones el foco en ti mismo, todo gira a tu alrededor, crees que no hay otra cosa que no seas tú y tu trabajo. Por eso no tienes tiempo para los demás, ni para preguntar cómo está. Hace un tiempo una persona muy sabia me dijo que en la vida no hay que preguntarse qué puedo recibir de los demás, sino más bien, qué puedo dar a los demás. Cuando el foco está en dar y no en obtener, tu energía cambia, los demás te ven de una forma diferente y las situaciones se viven también de otra manera.

Esta forma de ver la vida influye enormemente en la actitud que tienes en el día a día. No vives atormentado pensando únicamente en ti, en el pequeño error que has cometido (y que nadie ha visto) por el cual no te perdonas y te amargas el día por querer ser perfecto. No vives recreando mentalmente posibles escenarios futuros o conversaciones con otras personas y lo que tienes que contestar en cada caso porque entre otras cosas nunca van a ocurrir, no vives preocupado por lo que te deparará el futuro.

Cuando vives el presente, disfrutas del día a día, aunque no haya sucedido nada extraordinario y te preocupas por el que tienes a tu lado estás aprovechando el día. No te olvides de ello. Es la mejor forma de alcanzar alto rendimiento, hacer felices a los demás y hacerte feliz a ti mismo.