La esencia del fútbol parece que se ha perdido o se ha olvidado, aunque sigue ahí. Esa fue mi conclusión al ver un reportaje de fútbol que hablaba de la época de los 80. Hacía un repaso al Mundial de España de 1982 y al de México 1986. Y recordaba cómo era el fútbol de esa década. Hablaban los jugadores que había destacado y las personas que de una u otra manera habían aportado algo a ese fútbol.

El fútbol de esa época era un fútbol de la calle. Los niños jugaban horas y horas en campos de juego que se adaptaban al espacio que disponían. No había portería con redes, ponían dos piedras o dos troncos de árboles hacía esa función. No había campos de hierba artificial, sino que el cemento de la plaza, o la tierra del parque eran el terreno irregular que favorecía la intuición y los controles. No había entrenadores ni técnicos enseñando el deporte, pero los niños aprendían los fundamentos del fútbol por prueba-error.

En definitiva, el fútbol era un lugar de aprendizaje profundo del propio deporte y de la propia vida. Ahí aprendías a compartir con tus amigos, a disfrutar y a solucionar problemas.

Los niños que llegaban a las grandes canteras de los equipos europeos aprendían en la calle y pocos en los centros de alto rendimiento o clubes de fútbol. No eran futbolistas prefabricados. Tenían el fútbol en sus pies y en sus cabezas y vivían el deporte de forma apasionada, practicando horas y horas sin descanso.

Los padres no les prestaban mucha atención, simplemente les dejaban que jugaran con sus amigos y no pensaban en convertirse en sus entrenadores ni en sus agentes.

Los niños por otro lado tenían sus sueños, sus propios objetivos y daban lo mejor de sí mismos para, apoyándose en sus valores, convertirse, si todo acompañaba, en jugadores profesionales. Todo esto sin olvidar la diversión, que es el estado puro del fútbol.

El amor por el deporte, la pasión, la diversión es la esencia del fútbol. En cuanto te lo tomas como un trabajo o algo serio, se pierde esa esencia, esa inocencia.

Todo lo dicho anteriormente no es ninguna crítica al fútbol moderno. Más bien es un pensamiento nostálgico de lo que yo viví en los años 80. Lo que viví cuando era niño. Tuve la suerte de ver jugadores de calle: Maradona, Sócrates, Paolo Rossi, … jugadores que se expresaban con el balón en los pies. Eso es la esencia del fútbol.