La gestión del equipo al comienzo de una nueva temporada siempre trae consigo esperanzas y expectativas, pero también puede generar ansiedad e incertidumbre, especialmente cuando dicho equipo no comienza con el pie derecho. Los primeros partidos o entrenamientos pueden ser desalentadores, y la falta de resultados genera un ambiente tenso que puede afectar tanto el rendimiento como la moral de los jugadores. En estos momentos, el rol del entrenador y el líder del equipo es crucial. ¿Cómo se puede revertir esta situación y llevar al equipo hacia el rendimiento que se espera?

Cuando un equipo no arranca de la manera esperada, es esencial cambiar la energía. Los entrenadores deben ser conscientes de que el estado de ánimo colectivo puede tener un impacto directo en la forma en que los jugadores se enfrentan a los desafíos. El pesimismo y la frustración son contagiosos, y si se dejan crecer, se transforman en bloqueos mentales que impiden el progreso. Por tanto, en la gestión del equipo hay que llevar al equipo del desánimo a la confianza.

Una de las primeras acciones que debe tomar un líder es revitalizar el ambiente con un enfoque positivo. Es necesario centrarse en lo que está funcionando, aunque sean pequeños detalles, y reforzar esos aspectos. El enfoque debe estar en las soluciones, no en los problemas. Esto no significa ignorar las dificultades, sino darles el espacio necesario y trabajar en ellas desde una perspectiva de mejora continua.

Una de las claves más importantes cuando un equipo enfrenta dificultades es la unión. Es en los momentos de incertidumbre y adversidad cuando el equipo debe aprender a trabajar como un verdadero colectivo. Los entrenadores deben liderar la gestión del equipo y fomentar la comunicación abierta y sincera entre los jugadores, creando espacios para que compartan sus emociones y preocupaciones sin temor al juicio.

Además, trabajar la parte mental es crucial. El entrenamiento no solo debe ser físico, sino también mental. La confianza en uno mismo y en el equipo es el motor que permite superar cualquier obstáculo. Las actividades que promuevan la resiliencia, el control emocional y la visualización positiva son fundamentales. Recordarles a los jugadores sus fortalezas individuales y colectivas refuerza la idea de que pueden superar las dificultades, siempre y cuando trabajen juntos.

Cuando la incertidumbre está en su punto máximo y los jugadores comienzan a dudar de sí mismos, es el líder quien debe mantener la calma y transmitir seguridad. El líder debe ser el refugio en medio de la tormenta, alguien que absorba la ansiedad y brinde claridad a su equipo.

Un buen líder no solo gestiona la táctica y la estrategia, sino también el estado emocional del grupo. Esto significa brindarles confianza en su capacidad para salir de la crisis. A través de su ejemplo, debe mostrar serenidad y determinación, enseñando que las dificultades son una oportunidad para aprender y mejorar.