Hay una palabra que parece que está vetada en los últimos tiempos: sufrimiento. Parece que cuando alguien escucha la palabra sufrimiento o “que hay que sufrir para conseguir algo” la gente lo desecha al instante o sale corriendo.

Y no quiero que se me interprete como que hay que buscar el sufrimiento, pero creo que es necesario, y más en los tiempos que corren, afrontarlo y gestionarlo.

Se entiendo por sufrimiento un dolor físico o angustia emocional, social o espiritual. Pero creo que lo importante es qué consecuencias positivas puede acarrear pasar por estos estados. Cuando una persona afronta una situación donde sufre le puede hacer más resiliente, capaz de superar dificultades y ser más resistente antes situaciones complicadas. Si bien es cierto que en ocasiones habrá que pedir ayuda a un especialista de la salud mental si es necesario, en muchas ocasiones estas situaciones molestas van a hacer crecer y mejorar al deportista.

Al igual que para hipertrofiar un músculo y ponerte más fuerte, tienes que “sufrir”, para crecer emocionalmente, tienes que afrontar cierto “grado de sufrimiento”.

Sin ir más lejos, siempre que un deportista joven sale de su ciudad o entorno más cercano, deja de vivir en casa con su familia y comienza una etapa en un centro de alto rendimiento para practicar su deporte el niño o la niña pasa por un momento complicado. Al salir de su zona de confort y dejar de estar con su familia y amigos los chicos y chicas lo pasan mal. Es cierto que algunos lo gestionan muy bien y no les entristece la situación, pero hay otros que incluso necesitan ayuda externa. Recuerdo en un documental como Andrés Iniesta recordaba que cada noche lloraba porque no estaba en su casa con su familia y comentaba que lo pasó muy mal.

Dentro del deporte ocurre algo similar con el trabajo diario, los entrenamientos, los viajes y las concentraciones. No es que estén todo el día sufriendo como mártires, pero tienen que entrenar muy duro, esforzarse cada día, dedicarle mucho tiempo y esfuerzo y renunciar a muchas cosas que pocos jóvenes renuncian (salir por la noche de fiesta, cuidar su alimentación e hidratación, no ingerir bebidas alcohólicas, etc.).

Pero también es cierto que todo este trabajo tiene una gran recompensa. Y no me refiero a que el deportista luego gane dinero o sea profesional. Sino sobre todo que este esfuerzo o sufrimiento “curte” a los deportistas en sus hábitos positivos y a la hora de afrontar situaciones difíciles.