Sueños y retos son fundamentales en nuestras vidas. Son elementos que nos mantienen vivos y hacen que nos levantemos con energía para afrontar un nuevo día. Es evidente que hay otras cosas que son vitales para nuestra felicidad, pero hoy quiero centrarme en el ejemplo de uno de los mejores jugadores de baloncesto, y me atrevería a decir, uno de los mejores deportistas de la historia: Michael Jordan, para resaltar la importancia de tener un sueño, un reto e ir a por él.

De él se han escrito infinidad de cosas buenas y malas, pero no quiero hacer un juicio ético de su persona, ni de todos sus comportamientos.

Michael Jordan ganó seis anillos con Chicago Bulls, promediando 30,1 puntos por partido en toda su carrera, el mayor promedio en la historia de la liga. También ganó 10 títulos de máximo anotador, 5 MVP de la temporada, 6 MVP de las Finales, siendo nombrado en el mejor quinteto de la NBA en diez ocasiones. Además, hay que añadir dos medallas de Oro en las Olimpiadas de Los Ángeles 84 y Barcelona 92.

Pero este palmarés podría no haber existido si Michael no hubiese recurrido a su voluntad, su trabajo y su inteligencia. En otras palabras, Michael Jordan tuvo un sueño, y como le decía Will Smith a su hijo en la película “En busca de la felicidad”: “Si tienes un sueño, ve a por él”. En el otoño de 1980, Michael Jordan fue rechazado del equipo de baloncesto de su instituto por ser más bajo que otros seleccionados. Su entrenador, Cliff “Pop” Herring, valoró sus cualidades y esfuerzo, pero no le seleccionó. Jordan lloró desconsoladamente, pero este hecho supuso uno de los mayores retos que tuvo Michael en su vida: demostrar que esa decisión fue equivocada. El padre de Michael le dijo: “Tu grandeza está en el interior, podrás ser tan grande como quieras ser en tus pensamientos”. Algo que caló en el joven chico y en su forma de ser.

Jordan jugó esa temporada en el Junior Varsity de Laney, el segundo equipo del instituto, con el propósito de dejarse la piel en cada entrenamiento para poder acceder al año siguiente al primer equipo. Ese año batió todos los records posibles y la confianza en sí mismo creció brutalmente. Su familia fue fundamental en esta etapa. Su madre decía: “Cada hermano tiene un Don especial, el éxito dependerá de cómo lo usen en el futuro”. Y su padre le inculcaba que “el sueño nace en el corazón, sube a la mente y se extiende por las extremidades”, para persuadirle de la importancia que tenía marcarse retos y luchar por lo que a uno le apasiona.

Sueños y retos, objetivos y acción son claves para levantarnos con energía y con ganas de afrontar un nuevo día.