Continuando con el post anterior abordamos los dos últimos enemigos de la mente del deportista que hacen no disfruten de su deporte e incluso bajen su rendimiento.

Enemigo #4: Tener siempre la razón

Cuando nos dejamos guiar por nuestro ego necesitamos tener siempre razón. El ego nos empuja a entrar en conflicto con los demás y necesitar que los demás se equivoquen. Muchos jugadores son capaces de no dar su brazo a torcer con su entrenador o con un compañero y estar toda una temporada amargado.

Un sabio dijo un día a su discípulo: ¿qué prefieres ser feliz o tener razón?

No significa que vayamos dando la razón a todo el mundo, ni que nos dejemos pisar por los demás. Lo que le ayudaría al futbolista a mejorar su rendimiento sería el ser empático con su entrenador y con sus compañeros y llegar a puntos de encuentro donde todos saliesen ganando. Red Holzman dijo un día que:

“la marca de un buen jugador no era lo que conseguía él, sino cómo conseguía aumentar la actuación de sus compañeros”.

Enemigo #5: La necesidad de ganar

La cultura del deporte, dirigida por el ego, y la de la sociedad en general nos dice que lo único importante en la vida es ganar. Todos los reclamos publicitarios nos invitan a ser “los ganadores”. Pero hay un problema. El problema es que es imposible ganar siempre. Hasta a los mejores jugadores y equipos de la historia les llega el momento en que dejan de ganar y empiezan a perder.

A todos nos gusta ganar. Pero es muy diferente “querer ganar” que “necesitar ganar”. Cuando quiero ganar trabajo para ello con la mente y el corazón pero si no lo consigo sigo trabajando con esfuerzo e ilusión. Cuando necesito ganar estoy dando el poder al ego y volvemos a caer en el peligro de dejar de ser felices.

El mítico entrenador John Wooden dijo que el éxito y ganar “es experimentar la paz mental como resultado directo de saber que uno ha dado lo mejor de sí mismo, para convertirse en lo mejor que es capaz de llegar a convertirse”. Esto sí es GANAR con mayúsculas.

Por tanto, únicamente cada persona puede juzgar su éxito. Si nos dejamos de comparar con los demás, si dejamos de identificarnos con lo que tenemos y con nuestros logros, y empezamos a disfrutar cada día para mejorar personal y profesionalmente, podremos empezar a sentirnos en paz con nosotros mismos y ser felices.