En el mundo del deporte, nos interrogamos para saber cómo los deportistas pueden aprender de una forma significativa desde que son niños hasta que llegan al alto rendimiento, para que puedan progresar y mejorar.

Se dice que nuestra vida no es más que el “tejido de nuestros hábitos”. Y no está mal encaminada dicha afirmación, ya que el hábito es una de las herramientas clave para instalar nuevas conductas en las personas, las conductas generan acciones y las acciones generan resultados, es decir, crean nuestra vida.

Llevo muchos años observando a jóvenes deportistas de mucho talento, con grandes capacidades físicas y ténico-tácticas, pero la mayoría se quedan por el camino. Algunos, “pierden la ilusión”, o dicho de otra forma se cansan de entrenar duro, de esforzarse y prefieren establecer “hábitos más cómodos” como estar en el parque con sus amigos. Otros comienzan a generar “hábitos mentales negativos” y empiezan a dejar de creer en ellos mismos y en sus capacidades. Otros dan prioridad a otras cosas que les atraen más que el deporte (salir por la noche, estudiar una carrera, etc.). No digo que sea incompatible ser deportista con estudiar o salir con los amigos, ya que hay muchos casos de profesionales que afortunadamente compatibilizan su profesión con estos menesteres.

Curiosamente, los deportistas que tienen muy asentados en sus vidas “hábitos positivos saludables” son los que triunfan en el mundo del deporte. Sé que ahora se nos puede venir a la cabeza ejemplos de grandes deportistas que no han sido o no son un “ejemplo de buenas costumbres”. Pero volvamos a reflexionar, estos deportistas representan un porcentaje mínimo. Son la excepción que confirma la regla. El resto de deportistas han llegado donde están gracias a sus hábitos positivos. Gracias al trabajo diario durante años, gracias a que han cuidado su alimentación, gracias a que han trabajado duro en cada entrenamiento y competición, gracias a que se han tomado muy en serio el cuidarse y descansar.

Por tanto, los jóvenes son “tierra fértil” en la que se puede plantar para obtener cosechas abundantes, si se cuida y se sabe lo que se planta. Por tanto la clave no está sólo en “plantar” (hábito positivo), sino en qué plantar (aprendizaje significativo).

Desde que somos muy pequeños, nuestros padres, entrenadores, profesores, hermanos mayores, medios de comunicación, y la sociedad en general, se encargan de “plantar semillas” en nosotros.

Y como decíamos anteriormente, las semillas o programaciones mentales generan pensamientos, estos pensamientos generan creencias, las creencias generan comportamientos o acciones y las acciones generan resultados.

Los técnicos podemos generar o ayudar a generar la creación de nuevos hábitos positivos de forma responsable y autónoma en nuestros jugadores. Es responsabilidad de todos que los jóvenes y “menos jóvenes” sean conscientes de la importancia que tiene en sus vidas, tanto personales como profesionales, forjar hábitos positivos, ya que estos serán un pasaporte hacia el éxito y un seguro de vida para ellos.