El éxito en el deporte, como en la vida, es un logro que muchos anhelan y que, sin duda, puede ser un gran motivador. Sin embargo, la forma en que gestionamos ese éxito puede marcar la diferencia entre seguir creciendo o caer en la complacencia. En el mundo del coaching deportivo, es fundamental entender que existen, principalmente, dos maneras de afrontar el éxito: desde la humildad y el trabajo constante, o desde el orgullo y la soberbia.
Por un lado, la gestión del éxito desde la humildad y el trabajo es una de las claves para mantener un crecimiento sostenido. Cuando un deportista alcanza una meta importante, es natural sentir satisfacción, pero lo esencial es recordar que ese logro no es el fin, sino un paso más en el camino hacia la excelencia. La humildad permite reconocer que siempre hay algo por aprender y mejorar.
Es importante seguir trabajando con la misma dedicación, sin perder de vista quién eres y cuáles son tus valores. La verdadera grandeza radica en entender que el éxito es una oportunidad para seguir creciendo, no una razón para detenerse o creerse superior a los demás. Mantenerse humilde ayuda a fortalecer la motivación, a aprender de los errores y a inspirar a otros con el ejemplo. Algunos ejemplos de esta gestión del éxito desde la humildad podrían ser Rafa Nadal, Pau Gasol, Andrés Iniesta que habiendo sido de los mejores en sus deportes y habiendo conseguido grandes éxitos mantuvieron esta actitud.
Por otro lado, afrontar el éxito desde el orgullo y la soberbia puede ser peligroso. Cuando un deportista se deja llevar por la vanidad, puede caer en la complacencia, creyéndose invencible o superior a los demás. La soberbia puede nublar la visión, hacer que se pierdan detalles importantes y que se deje de lado el trabajo constante que llevó al éxito en primer lugar. Este camino puede conducir a una caída rápida, ya que la arrogancia suele ser un obstáculo para seguir aprendiendo y adaptándose. Además, el orgullo puede alejar a quienes nos rodean, creando una sensación de aislamiento y desconexión con el equipo o la comunidad.
El éxito en el deporte y en la vida y su gestión requiere una actitud consciente y equilibrada. La humildad y el trabajo constante nos mantienen en el camino del crecimiento, mientras que el orgullo y la soberbia pueden ser trampas que nos alejen de la verdadera excelencia. Como entrenadores y deportistas, es fundamental recordar que cada logro es una oportunidad para seguir aprendiendo, para seguir siendo la misma persona humilde y dedicada que empezó el camino, y para entender que el éxito no es un destino final, sino un paso más en la búsqueda de la mejor versión de nosotros mismos.