Siempre se plantea qué es más importante, si los desafíos o el trabajo constante y metódico.
En el mundo del deporte, solemos hablar constantemente del valor del trabajo diario, de la constancia y de las metas de proceso. Sin duda, estos elementos son esenciales: son el cimiento sobre el cual se construye cualquier rendimiento sólido y sostenible. Sin una base de disciplina, hábitos saludables y enfoque, ningún deportista puede aspirar a un crecimiento real. Sin embargo, hay otro componente que a menudo marca la diferencia entre un buen deportista y uno extraordinario: los desafíos.
Plantearse desafíos, metas de resultado que inspiran, que generan emoción, que incluso pueden dar un poco de vértigo es una herramienta poderosa para activar el potencial mental de los deportistas. No se trata de sustituir las metas de proceso, sino de complementarlas con objetivos ambiciosos que activen la motivación profunda. Cuando un deportista se atreve a pensar en grande, suele comportarse de forma diferente: entrena con más intención, toma decisiones más valientes y desarrolla una mentalidad expansiva.
Los desafíos bien planteados despiertan un tipo específico de energía interna: la que se genera cuando la meta es lo suficientemente grande como para obligarte a evolucionar, pero suficientemente alcanzable como para seguir creyendo en ella. Ese delicado equilibrio impulsa a los deportistas hacia versiones más potentes de sí mismos.
Un ejemplo inspirador es el del pertiguista Mondo Duplantis. Más allá de su talento técnico y su extraordinaria disciplina, destaca por su mentalidad orientada al desafío constante. No se conforma con mantener un nivel alto: busca superarlo. Observando su trayectoria, es evidente que no solo entrena para saltar bien, sino para descubrir hasta dónde puede llegar. Esa forma de pensar (ambiciosa, expansiva y sin miedo a apuntar alto) es una de las claves que lo han convertido en una referencia mundial.
Los deportistas que se atreven a imaginar resultados extraordinarios suelen comportarse de manera extraordinaria. Pensar en grande no es una frivolidad ni un exceso de optimismo; es una estrategia mental que activa mecanismos de esfuerzo, resiliencia y enfoque que muchas veces permanecen dormidos cuando solo nos centramos en el día a día.
Por eso, en un buen proceso de coaching deportivo, trabajamos tanto las metas de proceso como los desafíos motivadores. Porque el trabajo constante te hace sólido, pero los desafíos te hacen crecer. En el equilibrio entre ambos es donde se construye un rendimiento deportivo verdaderamente excepcional.