Aceptar el éxito

 

Nuevamente, al igual que cuando aceptamos el fracaso, aceptar el éxito depende mucho de la actitud  que tengamos hacia dicho triunfo.

 

He experimentado en primera persona dos versiones de afrontar el éxito:

  • La de la persona que obtiene un éxito y aprende de él, no solo del triunfo final sino de todo el proceso, de las dificultades, de las desilusiones, de la adversidad. Y además, cuando lo consigue es capaz de sentirse orgulloso, feliz, agradecido y satisfecho del trabajo realizado, sin dar por supuesto que se tenía que ganar y sin minusvalorar lo realizado.
  • La de la persona que, aunque consigue el éxito, nunca es suficiente, quiere más y más. Nunca está satisfecho de lo logrado y no lo disfruta aunque sea algo que lleva buscando durante mucho tiempo.

 

Y las dos visiones anteriores tienen mucho que ver con cómo las personas plantean sus objetivos en la vida. El que no disfruta de sus éxitos, en muchas ocasiones lo que hace es o marcarse unos objetivos muy ambiciosos e inalcanzables que le llevan al límite o, cuando lo consigue no lo valora ni disfruta. Por el contrario, el que disfruta de sus éxitos, es capaz de, cuando lo consigue celebrarlo, y además, se marca objetivos retadores pero alcanzables.

 

Otro punto importante es el equilibrio. La persona que no sabe aceptar y afrontar el éxito, suele tener un gran desequilibrio entre el área donde quiere destacar y el resto de parcelas de su vida. Sin embargo, las personas que persiguen la excelencia con coherencia, son capaces de dar prioridad a su asunto prioritario, pero sin olvidar y equilibrando con el resto de áreas influyentes en su vida. Cuando alguien centra todos sus esfuerzos en el trabajo o en el deporte, es muy probable que quede insatisfecho o frustrado. Si una persona o un deportista es capaz de además de su profesión, dedicar tiempo a su familia, amigos, ocio, salud, es evidente que su calidad de vida aumentará y su autoestima se verá reforzada.

 

En muchas ocasiones, simplemente con reordenar tus prioridades y ser realista en cuanto al tiempo y calidad que le vas a dedicar a cada una de ellas, hace que tengas las cosas más claras y puedas disfrutar de cada área, aunque no sea como antes. Por ejemplo, yo antes de tener a mis hijas, dedicaba mucho tiempo de mi ocio a leer, escribir, o salir con mis amigos. En la actualidad, sigo haciendo todas estas cosas pero en menor medida ya que le dedico tiempo a  mis hijas. Pero aquí lo más importante es que no he renunciado a leer, escribir o a mi ocio, sino que lo he reestructurado en función de la nueva realidad.

Si somos capaces de disfrutar y aprender de los éxitos caminaremos felices por el sendero de la vida.